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05/05/2025

Las Reglas del Cónclave

Este artículo está tomado del sitio web Claves.org: las reglas del cónclave. Agradecemos a los autores que nos han autorizado a reproducirlo aquí.

El cónclave, momento solemne y misterioso en el que los cardenales se reúnen para elegir un nuevo papa, se desarrolla según un proceso codificado desde hace mucho tiempo, que tiene sus raíces en la historia de la Iglesia. Sin embargo, el conjunto ha conocido numerosas evoluciones, conservando la dimensión sagrada de la monarquía pontificia. Repasamos aquí las reglas del cónclave y las modalidades de la elección papal, teniendo en cuenta los últimos cambios introducidos por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La Edición Actual de la Constitución Universi Dominici Gregis

El 22 de febrero de 1996, el Papa Juan Pablo II promulgó la constitución apostólica Universi Dominici Gregis sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Pontífice Romano. Esta constitución, todavía vigente hoy, rige las reglas del cónclave y fue modificada por Benedicto XVI en 2007 y 2013 para volver a los principios del Concilio de Letrán III en 1179, que estipulan que la elección de un papa debe hacerse siempre por mayoría de dos tercios de los votos de los cardenales electores.

Antes de esta revisión de 2007, el artículo 75 de Universi Dominici Gregis permitía que una elección fuera validada por mayoría absoluta (más de la mitad de los votos) después de 30 rondas infructuosas. Con la reforma de Benedicto XVI, esta cláusula fue suprimida: la mayoría de dos tercios vuelve a ser, por tanto, una condición imperativa para la elección del Soberano Pontífice.

¿Quiénes Son los Cardenales Electores?

El cónclave está constituido por los cardenales electores, que deben tener menos de 80 años. El número de cardenales llamados a elegir un nuevo papa ha aumentado considerablemente desde la Edad Media. En 1586, el Papa Sixto V fijó el número máximo de cardenales en 70. Desde entonces, los papas sucesivos, especialmente Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han aumentado regularmente este número, alcanzando actualmente un techo de 120 cardenales electores (ampliamente superado, ya que se esperan 133 electores para el cónclave de 2025).

Dado que los cardenales representan originalmente al clero de la ciudad de Roma (reunido para elegir a su obispo), se dividen tradicionalmente en tres categorías: cardenales-obispos (titulares de diócesis suburbicarias alrededor de Roma), cardenales-presbíteros (titulares de parroquias romanas) y cardenales-diáconos (titulares de diaconías romanas). Los patriarcas de las Iglesias orientales católicas también son asimilados a cardenales.

La Vacante de la Sede Apostólica

Durante la vacante de la Sede Apostólica, tras la muerte o la dimisión del papa, el gobierno de la Iglesia católica vuelve al Colegio de Cardenales. Son responsables de la gestión de los asuntos corrientes y de la preparación del cónclave. Durante este período, los jefes de los dicasterios de la Curia Romana cesan en sus funciones, a excepción del cardenal camarlengo y del gran penitenciario, que someten al colegio de cardenales lo que habría sido referido al Soberano Pontífice.

El papel del camarlengo, asistido por la Cámara Apostólica, es asegurar la gestión de los bienes y derechos temporales de la Santa Sede hasta la elección del nuevo papa. También debe velar por la administración del Vaticano, aunque esta responsabilidad se limita al tiempo de vacante de la Sede. El Colegio de Cardenales puede, en caso de necesidad, tomar decretos que solo serán válidos si el futuro papa los confirma.

Las Congregaciones Generales y el Cónclave Propiamente Dicho

Antes de entrar en cónclave, los cardenales se reúnen en "congregaciones generales", que son sesiones de oración, reflexión e intercambio de opiniones sobre los desafíos de la Iglesia. Estas congregaciones suelen durar una semana, durante la cual los cardenales se preparan para la elección. Las discusiones son estrictamente confidenciales, y los cardenales no tienen derecho a hacer declaraciones públicas.

Las congregaciones generales se suspenden durante el funeral del papa, pero la elección no puede comenzar antes de que se haya respetado el período de los "novemdiales", los nueve días de luto tras la muerte del papa. Así, la entrada en cónclave debe tener lugar entre 15 y 20 días después de la vacante de la Sede Apostólica.

El día del cónclave, después de la misa para la elección del papa, los cardenales electores se dirigen en procesión hacia la Capilla Sixtina. Allí, prestan juramento sobre los Evangelios de mantener la confidencialidad y respetar el proceso electoral. El maestro de ceremonias del Vaticano cierra entonces las puertas anunciando "extra omnes", lo que significa que solo las personas autorizadas (los cardenales electores) pueden permanecer en la capilla.

El Proceso de Votación

Dos veces al día, los cardenales se reúnen para una votación. Los votos del cónclave se realizan por escrutinio secreto. Cada cardenal escribe en una papeleta que ya lleva las palabras "Eligo in Summum Pontificem" el nombre del candidato que desea elegir y la sella. Las papeletas son luego recogidas y contadas. Si un cardenal obtiene los dos tercios de los votos, y siempre que acepte el cargo pontificio, es elegido papa. Si la votación no permite obtener tal mayoría, se procede inmediatamente a una segunda vuelta. En caso de escrutinios infructuosos, se envía humo negro por la chimenea de la Capilla Sixtina para indicar que la elección no ha tenido éxito. Cuando tiene lugar la elección, humo blanco sale de la chimenea, señalando la conclusión del cónclave.

Existe una regla de excepción según la cual, si después de siete rondas de votación (a razón de dos por día), ningún candidato alcanza los dos tercios de los votos, se observa una pausa para ofrecer a los cardenales un tiempo de oración y reflexión. Si después de tres pausas, la elección todavía no se ha concluido, los dos cardenales que han recogido más votos se convierten en los únicos candidatos elegibles. A partir de ese momento, estos cardenales ya no participan en la votación.

Durante el cónclave, los cardenales electores se alojan en la residencia de Santa Marta, situada detrás de la sala de audiencias (sala Pablo VI). Un número restringido de personas, previsto por la constitución de Juan Pablo II, son admitidas al servicio del cónclave: maestros de ceremonias, religiosos, médicos, personal de servicio... También están sometidos a una prestación de juramento y a una obligación de estricta confidencialidad.

La Aceptación y la Proclamación

En principio, el colegio cardenalicio es enteramente soberano en la elección del Pontífice romano, podría elegir a quien quisiera (incluso fuera de su seno), dentro del límite de algunas condiciones derivadas del derecho divino interpretado por la Iglesia: que el elegido sea un hombre, bautizado, católico (ni herético ni cismático), que tenga el uso de su razón, apto para convertirse en obispo si aún no lo es (por lo tanto célibe o dispuesto a serlo). De hecho, los cardenales eligen desde hace tiempo a un elegido de entre sus filas. Sin embargo, no está previsto ningún procedimiento de presentación de candidaturas: se presume que la providencia se encarga de ello.

Cuando la elección se ha conseguido, el decano del Colegio de Cardenales pregunta al cardenal elegido si acepta su elección como soberano pontífice. Si el cardenal acepta, se le pregunta entonces por el nombre que elige tomar. El cónclave termina inmediatamente después de la aceptación, los cardenales se acercan al nuevo papa para rendirle homenaje y hacerle acto de obediencia, y el cardenal protodiácono aparece en la logia de la Basílica de San Pedro para anunciar al mundo la noticia de la elección. Se pronuncia la célebre fórmula "Habemus papam", seguida del nombre del nuevo papa y de su nombre pontificio.

El nuevo papa hace su primera aparición pública para saludar a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro y ofrecerles su bendición apostólica Urbi et Orbi, destinada a la ciudad y al mundo.

El Secreto y la Legitimidad de la Elección

El cónclave es un proceso altamente secreto. Además de las estrictas reglas sobre la confidencialidad de los votos, está prohibido divulgar el contenido de las discusiones o revelar la identidad de los candidatos antes de la elección. El secreto es fundamental para preservar la pureza de la elección y garantizar que el elegido, libre de toda presión exterior, sea elegido en plena conciencia de los cardenales. La constitución de Juan Pablo II precisa que este secreto debe ser conservado después del cónclave y la elección.

Concluyamos con un elemento importante: aunque electivo, el proceso de designación del papa, vicario de Cristo, confiere una legitimidad teológica fundada en la institución de Jesús y la tradición de la Iglesia. Así, aunque elegido por ellos, el soberano pontífice no es simplemente el representante de los cardenales: no es del colegio cardenalicio de quien recibe su legitimidad, porque su autoridad viene de Dios. La monarquía pontificia, aunque electiva, es de derecho divino: la elección no confiere una legitimidad humana, sino divina, al titular de la Santa Sede.

La institución del cónclave, con sus detalles minuciosos y su desenlace teológico, forma parte de los elementos misteriosos de la constitución humana y divina de la Iglesia. Su perpetuación a lo largo de los siglos es un argumento de su continuidad. En estos momentos de incertidumbre, rezar por la Iglesia es una manera de participar en este gran misterio de la Iglesia universal, de sus cardenales y de su misión.

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